John Green
Bajo la misma estrella (semana #6)
De repente, parado cerca de mí, Augustus medio susurró.
—Son grandes creyentes en las manifestaciones públicas de afecto.
—¿Qué hay con el “siempre”? —los sonidos de succión se intensificaron.
—Siempre es lo suyo. Siempre se amaran a pesar de cualquier cosa. Yo de
forma conservadora he calculado que se han enviado mensajes de texto
con la palabra siempre como cuatro millones de veces en el último año.
Otro par más de autos llegaron, llevándose a Michael y Alisa. Éramos sólo
Augustus y yo ahora, mirando a Isaac y Mónica, quienes avanzaron a un
ritmo acelerado, como si no estuvieran recostados contra un lugar
sagrado. Su mano llegó hasta su pecho, sobre su camisa manoseándolo,
mientras su mano quieta mientras sus dedos se movían alrededor. Me
pregunté si eso se sentía bien. No parecía como si lo fuera, pero decidí
perdonar a Isaac en base a que iba quedar ciego. Los sentidos se deben
aprovechar mientras todavía hay hambre o lo que sea.
—Imagina tomando ese último viaje al hospital —dije tranquilamente—. La
última vez que manejaras otra vez un auto.
Sin mirarme, Augustus dijo:
—Estas matando mi vibra aquí, Hazel Grace. Estoy tratando de observar el
amor joven en su más multi-esplendorosa torpeza.
—Creo que está lastimando su pecho —dije.
—Sí, es difícil de determinar si está intentando estimularla o hacer un
examen de seno —después Augustus Waters metió la mano en su bolsillo y
sacó, de todas las cosas, un paquete de cigarrillos. Lo abrió y coloco un
cigarrillo entre sus labios.
—¿Es en serio? —pregunté—. ¿Crees que eso es genial? Oh, Dios mío,
acabas de arruinar toda la cosa.
—¿Qué cosa? —preguntó, girando hacia mí. El cigarrillo sin encender
colgando de su boca, sin sonreír.
—Toda la cosa donde un chico que no es poco atractivo o poco
inteligente, o aparentemente de alguna manera inaceptable se me queda mirando y me señala el uso incorrecto de literalidades, me
compara con las actrices y me pide que vea una película en su casa, pero
por supuesto ahí siempre hay una hamartia y la tuya es esa oh, Dios mío,
incluso aunque TUVISTE EL MALDITO CÁNCER le das dinero a una compañía
a cambio de la oportunidad de adquirir TODAVIA MÁS CÁNCER. Oh, Dios
mío. ¿Déjame asegurarte que no ser capaz de respirar? APESTA.
Totalmente decepcionante. Totalmente.
—¿Una hamartia? —pregunto, el cigarrillo todavía en su boca. Apretó su
mandíbula. Tenía una mandíbula de infiernos, desafortunadamente.
—Una falla fatal —expliqué, girando lejos de él. Caminé hacia la acera,
dejando a Augustus Waters detrás de mí y después escuché un auto
empezar a bajar por la calle. Era mamá. Había estado esperando a que
hiciera amigos o lo que sea.
Sentía esta extraña mezcla de decepción y rabia dentro de mí. Ni siquiera
sabía que sentimiento era, en serio, sólo que ahí había un montón de ello, y
quería golpear a Augustus Waters y también reemplazar mis pulmones con
pulmones que no apestaran y fueran simplemente pulmones. Estaba
parada con mis zapatos deportivos en el mismo borde de la acera, el
tanque de oxígeno con bolas y cadenas en el carro junto a mí, y justo
mientras mi mamá se estacionaba, sentí una mano agarrar la mía.
Aleje de un tirón mi mano pero me giré hacia él.
—No te matan al menos que los enciendas —dijo mientras mamá se
estacionaba en la acera—. Y nunca encendí uno. Es una metáfora, ves:
colocas la cosa dañina justo entre tus dientes, pero no le das el poder de
hacer daño.
—Es una metáfora —dije dudosamente. Mamá estaba sólo parada.
—Es una metáfora —dijo.
—Eliges tu comportamiento basado en función a resonancias
metafóricas… —dije.
—Oh, sí —sonrío. La gran, torpe y real sonrisa—. Soy un gran creyente de las
metáforas, Hazel Grace.
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