sábado, 16 de mayo de 2020

LIBRO OPIO EN LAS NUBES 

RAFAEL CHAPARRO MEDIEDO 

REDACCIÓN RESUMEN : MAY STEFANY MORALES


capitulo 14 : LOS DÍAS OLÍAN A DIESEL CON DURAZNO

Todas las mañanas Max y Marciana iban a al parque a alimentar a las palomas. Hacia las diez de la mañana Marciana y Max se dirigían al apartamento de la Avenida Blanchot. Apenas se despertaban Max y Marciana empezaban a chapotear a través de la luz pesada del día. En las mañanas el apartamento de Marciana permanecía en silencio.

El ruido que producía Max era leve y se colaba debajo del ruido de la ciudad, debajo del ruido que hacía Marciana que dormía con la almohada cogida entre sus manos para no dejar ir ese olor invisible de los sueños, ese perfume del amanecer que la cobijaba de pies a cabeza, para no dejar ir esa canción profunda y borracha que mojaba sus sueños rotundamente con un poco de no me jodan la vida nene nene qué vas a hacer cuando seas grande van a tener que hablar conmigo piel dura fotografías con brandy a las diez de la mañana prende un cigarrillo en la mitad de los dedos abre la puerta vamos al cine chúpame mátame mientras Max permanecía en la ventana alimentando a las palomas con migajas de pan, con trozos de silencio y humo azul. Max y Marciana atravesaban los días a través de canciones rotas e inconclusas. A lo mejor se venían a encontrar al final del día, cuando sus canciones ya se estaban acabando y entonces quedaban instalados en medio de dos silencios y se miraban, se tocaban, se despojaban de todo ese ruido que se les había pegado a lo largo del día y es por eso que Max le metía la lengua entre los dientes para que Marciana no hablara, para que no rompiera ese silencio, sólo para eso, para que no iniciara otra vez la ópera absurda del tiempo y quedaran incomunicados uno al lado del otro pegados por el olor de unas babitas escandalosas, de unos calzones, del olor de esos calzones inciertos. Marciana era un compendio de murmullos oscuros que latía junto a Max.

Marciana se hacía a partir de la luz, a partir de un cigarrillo, de un pucho de café negro con tres cubos de azúcar. Max sufría de insomnio y por eso siempre observaba a Marciana durmiendo, respirando ruidos. Cuando veía a Marciana junto a él, pensaba en su cuello revuelto y sentía que debajo del olor fresco de ese pelo había un pantano donde nadaban todas palabras y los ojos y las manos de Marciana porque las movía como si quisiera coger el aire, como si quisiera apagar la máquina de los sueños que había encendido cuando clausuraba su pequeño cielo restringido que portaba debajo del brassier blanco, debajo de no me jodan nene qué vas a hacer cuando seas grande van a tener que hablar conmigo fotografías con brandy a las diez de la mañana prende un cigarrillo en la mitad de los dedos abre la puerta vamos al cine chúpame máteme. Todas las tardes Marciana iba al hipódromo.

Noé estaba hablando con Alain cuando Marciana estaba cantando en el fondo del bar put on the red light put on the red light y mierda, Noé le dijo a Max que esa mujer era la que necesitaba para llenarle la cabeza a Blasfemia de pequeños griticos, de ruiditos, de Marcianitas, de mañanitas con brandy y fotografía a la diez cuando el sol calentaba los árboles, la arena, las nubes. - Noé contrató a Marciana para que se fuera todas las tardes a las pesebreras a cantarle canciones rotas, tristes, porque estaba convencido de que Blasfemia era un poco como una planta. Por eso Marciana todas las tardes se iba para el hipódromo. Marciana siempre se sentaba en el último asiento y se dejaba llevar por el ruido del bus, por los sonidos de la Décima, por las promociones de ollas cromadas, por el olor sucio y pegachento que se pegaba a los pulmones y a las manos, por el olor de las fabricas de llantas, de neveras, por ese humo negro donde se quemaban todos los sueños, los días y las palabras de los habitantes.

Marciana se bajaba del bus oliendo a gas, a latonería Oneida. La mirada de Marciana sabía a estampa de la Virgen del Carmen pegada al lado del espejo retrovisor dios te salve maría llena de los choferes se me rompieron las medias mierda huele a vomito este si pasa por la 80 compren la cruz magnética de los siete poderes barata córrase al fondo mierda no le meta más gente a este perol bájese cuando quiera paren esta mierda en la esquina por favor el día sabe a gasolina tengo el corazón ensopado en acpm mierda. Toda la tarde Marciana se quedaba al lado de Blasfemia. Marciana nunca olvidaba su botella de brandy.

Marciana siempre aparecía sonriente al lado de Blasfemia. Blasfemia respondía perfectamente a las canciones de Marciana. Marciana le cantaba algo de Hendrix, de Joplin, de B. King, algo duro, algo suave, todo dependía del cielo, de las nubes, de los polvos que se había echado Marciana la noche anterior. El día que Marciana se volvió definitivamente loca de remate fue en el Gran Derby, sábado en la tarde, nubes blancas, cielo azul, mujeres oliendo a Heineken, a perfume de rosas, a tabaco negro.

Marciana le dijo a Max ese sábado en la ducha que lo acompañara a ver a Blasfemia. Max le pregunto a Marciana si en hipódromo había palomas, porque en ese caso debía llevar un poco de sopa de paquete para alimentarlas. Marciana iba vestida con una camisa blanca, vaporosa, y estrenó sus gafas de sol. La gente se tragaba las nubes, el cielo azul, el viento de la tarde y Marciana estaba llena de ruidos, de zumbidos de no me jodas nene qué vas a hacer cuando seas grande fotografías con brandy a las diez de la mañana piel dura prende un cigarrillo en la mitad de los dedos abre la puerta vamos al cine chúpame mátame.

Cuando dieron la largada Marciana fue hasta primera fila y luego salto a la arena. Blasfemia llegó hasta donde estaba Marciana y ella le pidió a gritos al público que le tomaran una fotografía urgentemente. En todo caso pensaba que Marciana había ido detrás de una paloma. Marciana fue llevada a una comisaría y luego fue recluida en un sanatorio a las afueras de la ciudad.

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