sábado, 16 de mayo de 2020

Bajo la misma estrella resumen#13

John Green

Bajo la misma estrella( semana #14)

—Oh. Oh —dijo—. ¿Te gustan estos? —Levantó un par de unos lindos pero no espectaculares Mary Janes, y asentí, encontró su talla y se los probó, paseándose de arriba abajo por el pasillo, observando sus pies en los espejos de ángulo hasta la rodilla. Luego ella agarró un par de zapatos
con tiras, de prostituta y dijo:

—¿Acaso es posible caminar en estos Quiero decir, solo moriría… —y luego paró en seco, mirándome como diciendo lo siento, como si fuera un crimen la mención de la muerte a los moribundos —. Deberías probártelos—continuó Kaitlyn, tratando de tapar la incomodidad.

—Preferiría morir —le aseguré.

Terminé sólo escogiendo unas sandalias para así tener algo que comprar, luego me senté en una de las banquetas opuestas a una banca de zapatos y observé a Kaitlyn serpentear su camino por los pasillos,
comprando con el tipo de interés y concentración que uno usualmente asociaría con ajedrez profesional.

Tenía como ganas de sacar Midnight Dawns y leer por un rato, pero sabía que eso sería grosero, así que solo observé a Kaitlyn.

Ocasionalmente ella regresaba agarrando una víctima de tacón cerrado y decía: —¿Este? —y yo intentaba hacer un comentario inteligente sobre el zapato, y luego finalmente trajo estos tres pares de zapatos, me compró mis sandalias y luego mientras salíamos dijo—: ¿Antropología?

—De hecho, tengo que volver a casa —dije—, estoy cansada.

—Claro, por supuesto —dijo—. Tengo que verte más seguido, querida.

Puso sus manos en mis hombros, me besó en ambas mejillas, y se alejó, sus estrechas caderas agitándose.

Sin embargo, no fui a casa. Le había dicho a mi madre que me recogiera a las seis, y aunque sabía que ella estaba en el centro comercial o en el parqueadero, igual quería las próximas dos horas para mí.

Me gustaba mi madre, pero su cercanía perpetua a veces me hacía sentir nerviosamente rara. Y también me gustaba Kaitlyn. De verdad lo hacía. Pero con tres años retirada de una exposición escolar de tiempo completo de mis compañeros, sentía una cierta distancia insalvable entre nosotras. Creo que mis amigos de escuela querían ayudarme a través de mi cáncer,
pero eventualmente se dieron cuenta que no podían. Por una razón, no hay un a través.

Así que me excusaba por motivos de dolor y fatiga, cuando a través de los años tenía seguido que ver a Kaitlyn o el resto de mis amigos. De verdad, siempre dolía. Siempre dolía no respirar como una persona normal, innecesariamente recordándole a tus pulmones el ser pulmones, forzándote a aceptar como algo sin solución el arrastrante dolor raspante de dentro a afuera de la oxigenación. Así que no estaba mintiendo, exactamente. Solo estaba escogiendo ente las verdades.

Encontré una banca rodeada por una tienda de regalos irlandesa, la Fountain Pen Emporium, un outlet de gorras de basquetbol, una esquina del centro comercial en la que incluso Kaitlyn nunca compraría, y empecé a leer Midnight Dawns.

Aparecióuna frase de cadáver cerca al 1:1, y pasé a través de eso sin ni siquiera mirarlo. Me gustaba el Sargento Max Mayhem, aunque él no tenía mucho de una personalidad técnica, pero más que todo me gustaban que sus aventuras siguieran pasando. Siempre había más chicos malos
para matar y más chicos buenos para salvar.

Nuevas guerra empezaron incluso antes de que las viejas las hubiera ganado. No había leído una serie real como esa desde que era una niña, y era excitante vivir de nuevo en una infinita acción. A veinte hojas del final
de Midnight Dawns, las cosas parecieron ponerse poco prometedoras para Mayhem cuando fue disparado diecisiete veces mientras intentaba rescatar una, rubia americana, rehén de los enemigos. Pero como lectora, no me desesperé.

El esfuerzo de guerra podría seguir sin él. Podría y va a haber secuelas protagonizadas por sus compañeros: El especialista Manny Loco, el Soldado raso Jasper Jacks y el resto.

Estaba a punto de terminar cuando una pequeña niña con unas trenzas abrochadas apareció enfrente de mí y dijo—: ¿Que hay en tu nariz?

Y yo dije: —Um, se llama cánula. Estos tubos me dan oxígeno y me ayudan
a respirar —Su madre se abalanzó hacia ella y dijo—: Jackie desaprobadoramente, pero yo dije:

—No, no, está bien —Porque lo estaba totalmente, y luego Jackie preguntó—: ¿Me ayudarían a respirar también?

—No sé. Probemos. Me lo saqué y dejé que Jackie se pusiera la cánula en la nariz y respirara.

—Hace cosquillas —dijo.

—Lo sé, ¿cierto?

—Creo que estoy respirando mejor.

—¿Si?

—Sí.

—Bueno —dije—, desearía poder darte mi cánula pero como que de verdad necesito la ayuda. —Ya sentía la pérdida. Me concentré en mi respiración mientras Jackie me devolvía los tubos. Les di una rápida
limpiada con mi camiseta, até los tubos detrás de mis orejas, y la puse en su lugar.

—Gracias por dejarme probarlo —dijo.

—No hay problema.

—Jackie —su madre dijo de nuevo, y esta vez la dejé irse.Regresé al libro, donde el Sargento Max Mayhem estaba lamentando que sólo tuviera una vida para dar por su país, pero seguí pensando en esa pequeña niña, y en lo mucho que me gustaba.

La otra cosa sobre Kaitlyn, creo, que era que nunca me podría volver a sentir natural hablando con ella. Cualquier intento de simular una interacción normal era depresiva porque era tan notoriamente obvio que cualquiera con el que hablara el resto de mi vida se sentiría incómodo y
consiente de sí mismo mientras me rodeara, excepto tal vez niños como
Jackie quienes no conocieron nada mejor.

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