viernes, 8 de mayo de 2020

Bajo la misma estrella resumen#12

John Green
Bajo la misma estrella ( semana # 13)

Mamá se estiró hacia esta plataforma por encima de mi cama y agarró a Bluie, el oso de peluche azul que había tenido desde que era, como, de una época en que era socialmente aceptable el nombrar a los amigos por su color.

—¿No quieres ir a ver una película con Kaitlyn o Matt o alguien? —Quienes eran mis amigos.

Esa era una idea.

—Claro —dije—. Le enviaré un mensaje de texto a Kaitlyn y veré si quiere ir al centro comercial o algo luego de la escuela.

Mi madre sonrió, abrazando el oso contra su estómago.

—¿Sigue siendo genial ir al centro comercial? —preguntó.

—Tomo mucho de orgullo al no saber que es genial —respondí.

Le envié un mensaje de texto a Kaitlyn, tomé una ducha, me vestí, y luego mi madre me llevó hasta la Universidad. Mi clase era literatura americana, una lectura sobre Frederick Douglass en un auditorio casi vacío, y era increíblemente difícil el quedarse despierto. A los cuarenta minutos de los noventa que son la clase, Kaitlyn me respondió.

Increíble. Feliz medio cumpleaños   ¿Castleton a las 3:32?

Kaitlyn tenía el tipo de vida social llena de gente así que necesitaba ser programada hasta el último minuto. Le respondí:

Suena bien. Estaré en el patio de comidas.

Mi madre me llevó directamente de la escuela a la librería al lado del centro comercial, donde compre ambos Midnigt Dawn y Requiem de Mayhem, las dos primeras secuelas del Precio del Amanecer, y luego caminé hacia el gran patio de comidas y compre Coca cola dietética. Eran las 3:21.

Observé a esos chicos jugando en el barco del pirata dentro del patio del recreo mientras leía. Había este túnel por el que estos dos chicos seguían arrastrándose a través una y otra vez y parecía que nunca se iban a cansar, lo que me hizo pensar en Augustus Waters y el cargarse existencialmente con tiros libres.

Mi madre también estaba en la plaza de comidas, sola, sentada en una esquina donde pensó que no la iba a ver, con un sándwich de solomillo y queso y leyendo algunos papeles. Probablemente, cosas médicas. El papeleo del trabajo había terminado.

A las 3:32 precisamente, noté a Kaitlyn caminando con confianza pasando el Wok house. Me vio en el momento en que levanté mi mano, mostrando sus blancos y recién enderezados dientes, y se dirigió hacia mí.

Llevaba un abrigo largo hasta la rodilla de color carbón que se ajustaba perfectamente y gafas de sol que dominaban su rostro. Las levantó hacia la parte de arriba de su cabeza y se agachó para abrazarme.

—Querida —dijo, vagamente con acento inglés—. ¿Cómo estás?


La gente no encontraba el acento extraño o poco atractivo. Kaitlyn solo resultaba ser una extremadamente sofisticada inglesa de sociedad de veinticinco años atrapada dentro del cuerpo de una de dieciséis años en Indianápolis. Todos lo aceptaban.

—Estoy bien. ¿Cómo estás tú?

—Ya ni siquiera lo sé. ¿Eso es de dieta? —Asentí y se la di. Ella tomó un sorbo a través de la pajita.

—Desearía que estuvieras en la escuela estos días. Muchos de los chicos se han convertido en absolutamente comestibles.

—Oh, ¿sí? ¿Cómo quiénes? —pregunté. Ella procedió a nombrar cinco chicos con los que estuvimos en la elemental y escuela media, pero no podía acordarme de ellos.

—He estado saliendo con Derek Wellington por un tiempo —dijo—, pero no creo que dure. Es todo un chico. Pero no lo suficiente para mí. ¿Qué hay de Nuevo en el Hazelverso?

—Nada, realmente —dije.

—¿La salud está bien?

—Lo mismo, ¿creo?

—¡Phalanxifor! —dijo ella entusiasta, sonriendo—. Así que vivirás por siempre, ¿verdad?

—Probablemente no para siempre —dije.

—Pero básicamente —dijo—. ¿Qué más hay de nuevo?

Pensé en decirle que estaba viendo a un chico, también, o al menos que había visto una película con uno, sólo porque sabía que la iba a sorprender y maravillar que alguien tan desaliñada, torpe y raquítica como yo podría brevemente ganarse el afecto de un chico. Pero no tenía mucho que decir, así que solo me encogí de hombros.

—¿Que en el cielo es eso? —preguntó Katlyn, gesticulando hacia el libro.

—Oh, es ciencia ficción. Me he metido en eso. Es una saga.

—Estoy alarmada. ¿Deberíamos ir de compras?

Fuimos a esta tienda de zapatos. Como si estuviéramos comprando, Kaitlyn siguió escogiendo todos esos tacones de dedos abiertos para mí y diciendo.

—Estos podrían lucir lindos en ti —Lo que me recordó que Kaitlyn nunca usó tacones de dedos abiertos ya que odiaba sus pies porque sentía que su segundo dedo era muy largo, como si el segundo dedo fuera la ventana al alma o algo así. Por eso cuando apunté a un par de sandalias que quedarían bien con su tono de piel, ella estaba como—, sí, pero… —Ese pero era un, pero van a exponer mis horribles segundos dedos en público, y le dije:

—Kaitlyn, eres la única persona que he conocido que tiene dismorfia dedo
específica —y ella dijo—: ¿Qué es eso?

—Ya sabes, como cuando te miras en el espejo y lo que ves no es lo que realmente hay

No hay comentarios.:

Publicar un comentario