viernes, 3 de julio de 2020

Bajo la misma estrella resumen#18

John Green
Bajo la misma estrella (semnas#18)

No volví a hablar con Augustus de nuevo por una semana. Lo había llamado en la Noche de los Trofeos Rotos, así que por tradición era su turno de llamar. Pero no lo hizo. Ahora, no es como si hubiera
sostenido el celular en mi sudorosa mano todo el día, mirándolo mientras usaba mi vestido especial amarillo, pacientemente esperando porque mi caballero llamador cumpliera con su sobrenombre. Seguí con mivida: me vi con Kaitlyn y su, lindo pero francamente no Augustiniano, novio
para tomar café en la tarde; ingerí mi dosis diaria recomendada de Phalanxifor; atendí a clases tres mañanas esa semana en el MCC; y cada noche, me senté a cenar con mi mamá y mi papá.

El domingo en la noche, tuvimos pizza con pimientos verdes y brócoli. Estábamos sentados alrededor en nuestra pequeña mesa circular en la cocina cuando mi teléfono empezó a sonar, pero no me era permitido revisar porque teníamos una estricta regla de no-celulares durante la cena.

Así que comí un poco mientras mi mamá y mi papá hablaban sobre este terremoto que había pasado en Papua Nueva Guinea. Ellos se conocieron en un Cuerpo de Paz en Papua Nueva Guinea, así que cualquier cosa que pasara allí, aún algo terrible, era como si de repente no fueran grandes
criaturas sedentarias, sino personas jóvenes; idealistas; autosuficientes y
fuertes que una vez fueron, y su éxtasis era tal que ni siquiera me miraron mientras comía más rápido de lo hubiera hecho, transmitiendo ítems de mi plato a mi boca con una velocidad y ferocidad que me dejó sin aliento, lo que por supuesto me hizo preocuparme que mis pulmones estuvieran de nuevo en una creciente piscina de fluidos. Desaparecí el pensamiento lo
mejor que pude. Tenía un escaneo de PET12 puesto para un par de semanas. Si algo estaba mal, lo sabría lo suficientemente rápido. Nada se gana con preocuparse desde ahora hasta entonces. Y aun así me
preocupaba. Me gustaba ser una persona. Quería seguir con eso. Preocuparse es otro efecto secundario de la muerte. Finalmente terminé y dije:
—¿Puedo levantarme? —Y apenas pararon su conversación sobre las fortalezas y debilidades de la infraestructura Guineana. Agarré el teléfono de mi cartera en el mostrador de la cocina y comprobé las llamadas recientes. Augustus Waters.

Salí hacia el crepúsculo. Podía ver el columpio, y pensé en caminar hacia
allí y columpiarme un rato mientras hablaba con él, pero parecía muy lejos
teniendo en cuenta que comer me cansó.

En vez de eso, me recosté en la hierba de las afueras del patio, miré hacia arriba a Orion, la única constelación que reconocía, y lo llamé.

—Hazel Grace—dijo.

—Hola —dije—. ¿Cómo estás?

—Esplendido —dijo—. He estado queriendo llamarte casi constantemente, pero he estado esperando hasta que pudiera formar una idea coherente en consideración a Una Aflicción Imperial. Dijo “en consideración a”. Realmente lo hizo. Ese chico.

—¿Y? —dije

—Creo que es, como. Leyéndolo, solo seguía sintiéndome como, como.

—¿Cómo? —pregunté, burlándome de él.
—¿Como si fuera un regalo? —dijo como pregunta—. Como si me hubieras dado algo importante.

—Oh—dije en voz baja.

—Eso es cursi —dijo—, lo siento.

—No —dije—. No. No te disculpes.

—Pero no termina.

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